La casa del señor Wattson


En un pequeño y escondido pueblo, era noche de Halloween y había que celebrarlo. Así que un grupo de amigos, se prepara para salir en busca de caramelos.En aquel pueblo había una casa abandonada, sobre la cual se contaban muchas historias y leyendas.Carlos, José y Andrea son amigos del colegio y salen en busca de caramelos casa por casa, tocando de puerta en puerta.No eran aún las diez de la noche, cuando llegaron a aquella casa abandonada. La casa perteneció a un señor llamado Wattson.

Wattson fue siempre un hombre muy solitario, que no tenía familia ni amigos. Era unpsicópata, mal vestido, con un entrecejo muy singular. Siempre llevaba una cruz de madera de roble colgada del cuello.

Al llegar a la puerta, Andrea siente un escalofrío y decide marchase sin llegar a tocar; pero José y Carlos empiezan a burlarse de ella, llegando a convencerla para que no se marche.

Ambos chicos golpean la puerta fuertemente, hasta que de repente esta se abre. Carlos y José empiezan a reírse bruscamente, mientras Andrea está muy asustada.

Los tres amigos deciden entrar silenciosamente en la casa. Nada más entrar, hay unas escaleras que suben a la planta alta de la vivienda. En aquellas escaleras había una sombra, una sombra que parecía ser la figura de una niña de pequeña edad. El primero en ver aquello fue Carlos, que sobresaltado dio un pequeño grito.

– Ah, ¿Qué es eso? dijo Carlos.

José no le dio importancia y empezó a reírse, mientras que Andrea temblaba cada vez más del susto.

– Sois unos cobardes, no veis que aquí no vive nadie, respondió José.

Andrea les sugiere que abandonen aquel lugar tan repugnante, pero los chicos pensaron en explorarlo un poco más. Se adentraron silenciosamente, cogidos de las manos y formando una fila.

Llegaron a una especie de sala grande, parecía un comedor. Al fondo había una gran chimenea, y encima de ella varias fotografías de niñas y muchas velas. Los chicos se sorprendieron al verlas. Eran fotografías recortadas de viejos periódicos, eran niñas que desaparecieron hace muchos años en aquel pequeño pueblo.

Andrea conoce perfectamente la historia de cada niña, su abuela se las había contado varias veces.

– Vámonos de aquí inmediatamente, gritó Andrea. Esta casa esconde muchos secretos.

De repente, se encienden las luces de las velas. Los chicos pegaron un salto, soltándose de la mano. Cada uno corría en diferente dirección, dando vueltas en círculos. Andrea rompe a llorar del miedo, está asustadísima. Carlos y José empiezan a preocuparse, lo que parecía una vieja casa abandonada y solitaria, se está convirtiendo en una pesadilla.

– Creo que es mejor marchase, ya hemos visto suficiente, dice Carlos a sus amigos.
– Si vámonos ya, no deberíamos de estar aquí, responde Andrea.

Pero José no le hace caso a lo que le dicen, está asustado igual que ellos, pero quiere parecer valiente.

– Voy a mirar en esa habitación, dice José.

Andrea y Carlos se miran fijamente, se cogen de la mano y ambos caminan juntos sin soltarse. José abre la puerta y pasa a ella. La habitación estaba muy fría y oscura, en ella había muchas muñecas que parecían mirarles y una cama junto a una pequeña ventana. Una ventana con unas rejas de hierro muy fuerte, parecía la celda de una cárcel. De toda la casa, era el lugar más escalofriante. Los niños al ver todo aquello, se dan la vuelta a toda prisa buscando la salida.

Acto seguido, se toparon con la foto de otra niña, estaba tirada en el suelo, cerca de la puerta de la habitación. Carlos se agachó a recogerla, pues no quería pisarla, la cogió y la dejó encima de la cama.

– Deja eso donde estaba, no toques nada, dijo Andrea cabreada.
– No pasará nada es una simple fotografía, respondió Carlos.
– ¿Acaso nos va a pasar algo por tocar una simple foto?, preguntó José.
– No creas nada de lo que cuentan sobre esta casa, es todo incierto, dijo Carlos muy tranquilo.

Sin más ni más, se apareció en la habitación  la imagen de la niña de la foto. Estaba ensangrentada y gritaba: ¡Él me mato y lo hará con vosotros!

Los niños salieron huyendo del lugar, no daban crédito a lo que pasaba, era igual que una peli de terror; pero esta vez era vedad y no ficción. Al llegar al comedor donde poco antes habían estado, aparecieron de la oscuridad más imágenes de niñas, todas de la misma forma, todas ensangrentadas y todas ellas gritaban lo mismo: Corred y salir de aquí, él os matara igual que a nosotras.

Por las escaleras, bajaba el dueño del inmueble el señor Wattson. Caía frente a ellos con un cuchillo clavado en la frente, y un hacha en su mano. Los chicos comenzaron a llorar, sin saber qué hacer. Carlos y José se abrazaron fuerte y corrieron hacia la habitación. Al entrar en ella, cerraron la puerta, atrancándola con la cama. Andrea se quedó atrás.

– Abridme la puerta, soy Andrea, no me dejéis aquí sola.
– Si abrimos nos cogerá también a nosotros, respondió José.
– Me matará igual que a las demás, no me hagáis eso, por favor; exclamaba Andrea muy nerviosa a la vez que su voz temblaba de miedo.

Los niños no le abrieron la puerta, dejándola sola con aquel individuo. A la vez que Wattson se acercaba a ella, Andrea trató de salir corriendo, pero los nervios la traicionaron y cayó desmayada.

Carlos empezó a gritar por la ventana.

– Socorro, por favor si alguien nos escucha que nos ayude, quieren matarnos, gritaba desesperadamente.
– Nos quiere matar, es un psicópata, gritaba José.

La vivienda estaba situada a las afueras del pueblo, y por allí no pasaba nadie. Los niños se encontraban solos, sin que nadie pudiese escucharlos. De repente, unos golpes los sorprendieron, era el señor Wattson golpeando fuertemente la puerta con el hacha. Tras varios golpes Wattson logró abrirla, los chicos se encontraban tirados en el suelo junto a la ventana. José logró escapar, dejando a Carlos allí dentro.

– José corre y busca ayuda, gritaba Carlos desesperadamente.
– Vendré con la policía, lo prometo, gritaba mientras se alejaba de la casa.

José llegó a su casa muy pálido y asustado, en ella no había nadie, sus padres habían salido con su hermano pequeño al cine. Él decidió meterse en la cama y taparse con las sábanas, y nunca jamás contarle a nadie lo ocurrido esta noche, sería un secreto que siempre guardaría.

Poco después, la policía, alertada por la llamada de los padres de Carlos y Andrea, llegaron a la vieja casa abandonada. Donde se encontraron los cuerpos de los jóvenes tirados en el suelo, bañados de sangre.

Cuentan que en la actualidad aparecen las imágenes de Andrea y Carlos junto  a las demás niñas asesinadas. Aparecen todas las noches de Halloween.  Los espíritus de los niños vagan por toda la casa durante toda la noche, en ella se oyen gritos y llantos a la vez. Los niños del pueblo conocen la leyenda de la casa embrujada. Nadie se atreve a acercarse, y mucho menos entrar.  José desde aquel día, vive atemorizado, pensando que el espíritu de sus amigos se le va a aparecer en cualquier momento. Desde aquella noche tan fatídica, nunca ha vuelto a salir en Halloween en busca de caramelos.

Iván Luque Mancheño – 1ºA


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