Día 22 de abril, lunes
Todos nerviosos e ilusionados por el próximo destino que íbamos a emprender, comenzamos con los preparativos de nuestro gran viaje. ¡¡¡Nos vamos a París!!! Todo eran mensajes de WhatsApp como: ¿Qué nos llevamos? ¿A qué hora hay que estar en el instituto? ¡¡Las medidas de la maleta por favor!! Y todo a última hora, cómo no.
Las mamás como siempre, incluso más nerviosas que nosotros, nos ayudaban a organizar. Se les veía preocupadas ya que para algunos era la primera vez que viajábamos sin nuestra familia y más, tan lejos, pero aún así nos tranquilizaban y animaban muchísimo para que con su apoyo todo fuese mejor de lo que estaba planeado. Por sus caras sabíamos que nos iban a echar mucho de menos. Los papás, pasando tres pueblos y deseando unas vacaciones de cinco días sin nosotros. Ellos hartos de nosotros animaban como podían JAJAJA.
Nos fuimos a dormir y nos dieron las una, las dos y las tres… hasta que pudimos dormirnos. Con apenas unas pocas horas de sueño, empezaron a sonar todas las alarmas para anunciarnos la nueva aventura que se nos presentaba. Eran las cinco de la mañana, cuando habíamos quedado en el punto de encuentro. Fuimos subiendo las maletas poco a poco al autobús. Con las despedidas a familiares, besos, abrazos, y los “te echaremos de menos” de rigor, llegó la hora de partir. Juan pasó lista y como somos poquitos rápidamente todo estaba listo, aunque faltaba la profe Mari Ángeles que llegó de inmediato!!
Llegamos a Málaga y nos paramos a desayunar y hacer nuestras necesidades hasta que fuera la hora de montarnos en el avión. Cuando nos montamos había un hombre dormido, algunos estamos nerviosos y a otros nos daba igual. Llegó la hora y el aparato arrancó, comenzó a acelerar, y despegó a toda velocidad. Empezamos el vuelo.
Ya en Paris, nos dispusimos a montarnos en otro autobús para ir hasta el hotel y cuando llegamos bajamos las maletas y subimos a nuestras habitaciones. Había un grupo de gallegos. Subimos a las habitaciones y soltamos las cosas. Fuimos a comer a un Mcdonald muy malo comparado con los de España. Terminamos y fuimos a visitar el bonito barrio de Montmartre. Estuvimos toda la tarde y cuando llegó la noche fuimos a cenar hasta que acabamos y fuimos a dormir. Caímos rendidos.
Miércoles, 24 de abril
*ring ring* 6.45 de la mañana suena la alarma.
¿Preparados para explorar durante el segundo día en parís Versalles? Fue lo que los alumnos pensamos cuando tuvimos la mala noticia de que no podíamos ir a visitar Notre Dame por el incendio. Legañas y caras de apenas haber descansado estando toda la noche sin dormir hablando con sus amigos en las habitaciones eran las que se notaban en los alumnos de 4 en su viaje de fin de curso mientras desayunaban. Normalmente un croissant típico de allí o una tostada con nutella. 8:30 y solo algunas personas estaban en el recibidor del hotel, el maestro no bajaría hasta que estuviésemos todos. *
En nuestras caras se reflejaba algo de tristeza pues ese era el día en que la asombrosa catedral de Notre Dame íbamos a visitar pero debido a un incendio la semana de antes no pudimos entrar. Así que el tutor y la maestra Mariángeles que eran los que nos acompañaban decidieron ir a visitar Versalles no sin antes pasar por delante de Notre Dame para al menos verla por fuera. Que preciosa era hasta despojada. Aunque solo tuvimos ese pedacito para ver, nos bastó para así volver a visitarla cuando estuviese reconstruida y quitarnos esa cosa de no haber entrado.
Mientras mirábamos Notre Dame anduvimos por un puente por el cual pasaba por debajo el rio Sena. Todo era tan maravilloso. Y ahora era cuando venía un momento crítico, ¿Cómo íbamos a llegar a Versalles? Pues la respuesta era solo una palabra: metro. Fue interesante pues algunos alumnos no habían viajado nunca en él y era una experiencia nueva aunque algo estresante íbamos nada más que un pelín (valga la ironía) apretados.
Fuimos a recoger los tickets del metro y lo más curioso fue que teníamos que pasarlos por una máquina que los registraba y cuando te lo devolvía automáticamente se abría una puerta para dejarnos pasar al otro lado. Debido a que la mayoría no sabía qué hacer en el metro, si teníamos que pasar otra vez por la puerta o necesitábamos el DNI, teníamos al maestro un poco saturado de tantas preguntas que le hacíamos.
Ya allí, esperando al metro, después de pocos minutos llegó. Unos saliendo otros entrando, entre ellos nosotros que nos esparcimos por distintas cabinas. Como todo lo decían en francés, debíamos de enterarnos en qué parada salir. Finalmente cuando salimos tuvimos que subirnos otra vez en otro medio de transporte llamado tren de cercanías, esta vez, mucho más cómodo que el metro pues había asientos para todos.
Llegó la buena noticia: Versalles estaba a un paso. A lo lejos se veía una gran cola pero nosotros fuimos directamente a la zona verde alrededor de ese pequeño lago en el que había patos y cisnes. Luego nos adentramos más y nos pusimos a curiosear por allí, en todo el “laberinto” y el espacio de plantas que había. Los pajarillos se oían piar y el aire era puro y tranquilo. El paisaje que se observaba era el parisino del que los autores del modernismo hablaban en sus melodiosos poemas. Nos quedamos paseando todo el tiempo hasta que llegó la hora de comer, así que a comer fuimos. Después de comer y de esperar una larga cola, por fin pudimos entrar a ese palacio tan maravilloso en el que de arriba hasta abajo había arte. Techos con pinturas hermosas, chimeneas por doquier, junto a paredes aterciopeladas repletas de espejos y suelos con alfombras infinitas. Cada habitación era como un mundo nuevo por descubrir. Entre ellas estuvimos en la sala de los espejos donde se firmó el Tratado de Versalles en 1919. Finalmente, aunque tardamos algo, salimos del palacio de Versalles y animados pero a la vez descontentos de haber terminado nuestra visita porque eso significaba que teníamos que volver.
Estábamos tan cansados que cada vez que veíamos un banco o un espacio en el suelo en el reposar un poco, no dejábamos pasar la oportunidad de descansar. Salimos de allí y volvimos a coger el tren de cercanías. Junto al río Sena quedamos con la profesora Laura que impartió clase en el IES Luna de la Sierra a algunos compañeros, con ella pasamos un rato agradable paseando por París poniéndonos al día. Cuando nos dimos cuenta de la hora que era, se nos había hecho tarde para ir a cenar así que nos tuvimos que recorrer París corriendo para llegar al restaurante.
Al fin llegamos al hotel y tomamos una ducha caliente para relajarnos y al igual que la noche anterior algunos de los compañeros salieron de sus habitaciones para ir a la de los demás pero como había cámaras y hacían ruido el recepcionista nos veían caminando por los pasillos y nos llamaban la atención porque no podían estar más de tres en una misma habitación.
Jueves 25 de abril
A las 8 sonaron los despertadores. Ese día el autobús nos esperaba a las 9 de la mañana en la puerta del hotel, así que para esa hora ya habíamos desayunado y nos habíamos arreglado. Como era el día más mágico del viaje, decidimos ponernos todos la sudadera de nuestra promoción. Tras una hora de autobús, llegamos al esperado parque Disney muy emocionados. Nada más entrar el parque nos sorprendió a todos: la decoración de ese lugar, nos hizo pensar que formábamos parte de una de las películas Disney más famosas. Todo parecía salido de un cuento de hadas. Tuvimos unos problemas a la hora de sacar las entradas, por lo que no entramos dentro del parque hasta las 11 de la mañana.
Aunque el tiempo no era muy favorable y hacía un poco de frío, tan solo llovió por la mañana y pudimos disfrutar del parque. Durante todo el día cada uno de nosotros podía ir por libre, pero a la hora de comer estuvimos todos juntos en el restaurante de Pinocho. También estuvimos en grupo a la hora de visitar el parque de Disney Studios, donde nos montamos toda la clase en las atracciones más fuertes (la torre de Holliwood y la montaña rusa Aerosmith). Y conocimos a otros alumnos que habían venido de excursión desde otras partes de España, e incluso de otros países.
Por la noche tuvimos que hacer un cena rápida ya que no teníamos mucho tiempo antes de que llegara el autobús. Durante el viaje de vuelta estuvimos poniendo en común todo lo que habíamos hecho durante el día. Sobre las 12 de la noche llegamos al hotel. Como habíamos estado todo el día de un lado para otro, solo nos quedaban fuerzas para ducharnos y descansar para el día siguiente.
Viernes, 26 de abril
Empezó como otro día cualquiera, despertándonos a las 7 a.m. y bajando a desayunar media hora más tarde. Ese día estábamos todos abajo a las 8, pero faltaba alguien, “el maestro se había quedado dormido” y bajó 20 minutos más tarde. Entonces nos pusimos en marcha hacia el Louvre. Estuvimos andando por lo menos una hora y como siempre, los maestros delante y los últimos de nosotros, 20 metros más atrás. Al fin, después de una larga caminata, llegamos a la famosa pirámide de cristal del museo y como no, todo el mundo echándose fotos. Después de un rato de dudas, encontramos la puerta de entrada de los grupos y como en todos los sitios importantes de París nos cacheteaban, sobre todo al tutor. Entramos y empezamos por las esculturas griegas y romanas y el profe nos contaba algunas curiosidades de ellas. Pero la ilusión del maestro era la zona de Egipto. Íbamos todos juntos hacia esa zona, pero había un montón de gente y nos perdimos. Yo me fui detrás del maestro y los demás con la maestra Mari Ángeles. El maestro estaba ciego con la zona de Egipto y lo demás le daba igual. Solo quería estar un rato solo. Él y yo fuimos a la zona de Egipto y después a la de los cuadros de Francia. Vimos figuras importantes de la zona de Egipto como el escriba sentado y la esfinge. Los demás daban vueltas mediodormíos por el Louvre para una sola finalidad: buscar asientos para sentarse. Cuando estaba en la zona de la pintura francesa empiezo a sentir vibrar el móvil, todos preocupándose de donde estábamos el maestro y yo. «Al maestro le daba todo igual». Después fuimos a ver los cuadros de Italia donde vimos a la GIOCCONDA más conocida como la Mona Lisa. Los demás estaban sentados detrás y nos reencontramos con el grupo. Fuimos a tomarnos algo al bar del museo. Descansamos allí un poco y, por último, vimos la pintura española. La mayoría estaban desesperados por buscar un asiento. Cuando salimos del Louvre estuvimos sentados en un parque. Algunos vendedores ambulantes aprovecharon para vendernos algunos souvenirs. Unos minutos después, nos pusimos en marcha para ver el obelisco egipcio. Pasamos por el parque de las Tullerías. A la hora de comer fuimos a un restaurante cerca del parque. Uno de los peores momentos del viaje fue después de la comida. Anduvimos por los menos cinco o seis kilómetros desde el parque de las Tullerías hasta cerca de la torre Eiffel, donde dimos el paseo del Sena. ¡Madre mía que hartá de andar! Estábamos todos reventados del Louvre y después de comer con la comida en la garganta estábamos que no podíamos. Por fin llegamos al barco, con el cuerpo reventado. Nos montamos en el barco y la mayoría se tumbaban en un cristal que había atrás. Empezamos el viaje en barco con una guía que hablaba cinco idiomas, español incluido. Pero al guía no le hacíamos ni caso, lo único importante en ese momento era saludar a los parisinos que estaban a la orilla del rio. La mayoría nos saludaban pero otros pasaban de nosotros. Cuando nos bajamos dimos una vuelta por los alrededores de la torre eiffel y nos pusimos en marcha para ir a comer. Comimos en un restaurante un poco caro pero la comida era muy buena, era como un tipo de italiano. Llegaba el momento más esperado del viaje… a las nueve y cuarto salimos del restaurante y fuimos a la Torre Eiffel. La subida era a las diez de la noche y nos pusimos en la cola. Nos cachearon dos veces antes de entrar. Desde abajo ya era impresionante. Pero hubo un pequeño problema; nos separaron a la hora de subir. Unos subieron después de otros. Y llegamos arriba. Era impresionante. Se veía todo París. No se veía terminar las luces. Cuando estábamos todos juntos le cantamos el cumpleaños feliz a lady. Bajamos a la segunda planta y nos echamos un montón de fotos con el maestro. Al final bajamos a la primera planta y algunos nos compramos algunos recuerdos. Se acabo ese momento, ya quedó en la memoria de todos nosotros. Volvimos al hotel casi a las doce de la noche. Fuimos al metro en el que algunos se durmieron. De repente, entró un hombre con un violín y nos animó un poco el camino. Al fin, llegamos al hotel todos cansados pero como era la última noche, no se podía desaprovechar. Algunos se quedaron solos en sus cuartos y los demás todos en uno. Se había terminado un día inolvidable del viaje, lo malo es que al día siguiente nos íbamos del viaje de nuestros sueños.
Sábado, 27 de abril
El día 5 nos levantamos después de una larga noche de fiesta. A las 9 salimos del hotel, dejándolo todo preparado para recoger las maletas e ir hasta el aeropuerto. Visitamos las torres de la Basílica del Sacré Coeur, con trescientos escalones de subida y trescientos de bajada. Las vistas eran impresionantes. Mereció la pena subir. El panorama parisino que se veía a esa altura era poco inferior al de la mismísima Torre Eiffel. Después dimos un paseo por París hasta la hora de comer, en el parque de la Basílica. Volvimos al hotel a recoger las maletas y montarnos en el autobús, finalizando así nuestra estancia en París. Con el cuerpo vacío de energías, pero con la mente llena de recuerdos, volvimos a España. Al embarcar en el aeropuerto para volver a Málaga, recogimos todas las fotos y vídeos del viaje, para hacer un vídeo y mantener el recuerdo en físico, porque ya estaba clavado en nuestras mentes, y en nuestro corazón, para que quede para siempre el gran viaje que vivimos juntos, como clase, como equipo, y tal vez como familia, porque estoy segura de que este viaje nos ha unido, mucho más.
Tras 4 días de largas caminatas, carreras contra reloj, y algún que otro incidente, nos levantamos muertos, cansados y doloridos, pero con nuestro sueño cumplido. Por fin visitamos París. Tristeza recorría nuestras venas al saber que se nos había terminado el tiempo. Tristes, pero orgullosos de lo que habíamos conseguido. No se viaja a París cualquier día, y el esfuerzo que supuso conseguir ir… Todo lo que allí pasó mereció la pena. Y es que París tiene un encanto que lo hace especial, una chispa invisible que se mete en las mentes de quien viaja a él. Como diría el mismísimo Rubén Darío: «Yo soñaba con parís desde niño, al punto de que, cuando hacía mis oraciones, rogaba a dios que no me dejase morir sin conocer París. París era para mí como un paraíso donde se respirase la esencia sobre la tierra… Era la ciudad del Arte, de la belleza y de la Gloria, era la capital del amor, el reino del ensueño. E iba yo a conocer París a realizar la mayor ansia de mi vida, Y cuando en la estación de Saint-Lazare pisé tierra parisiense, creí hollar suelo sagrado»
Equipo de redacción. 4º ESO