(Zenobia oye que llaman a la puerta y se dirige a ella, habla un rato con uno de los alumnos susurrando. Una vez termina, cierra la puerta y se dirige al despacho donde Juan Ramón está escribiendo)

Zenobia: Juan Ramón, disculpa que te interrumpa, han venido desde un instituto de Córdoba a verte.
Juan Ramón: Estoy harto de interrupciones. Llevan interrumpiéndome toda la mañana. ¡Déjame escribir!
Zenobia: Dios mío, ¡qué esaborío eres!
Juan Ramón: ¡Ni esaborío ni leches! ¡No quiero ni ruidos ni niñatos insolentes!
Zenobia: Vamos cariño… Con la carita de pena que tienen… Solo quieren conocer nuestra casa.
Juan Ramón: No me gusta que vengan unos desconocidos a visitar nuestra casa.
Zenobia: Dicen que viene a admirar tu hermosa casa y a conocer al gran escritor que eres.
Juan Ramón: (se sonroja) Bueno… En ese caso… Que pasen.
(Zenobia sonríe y sale)
Zenobia se dirige a la entrada y le abre la puerta a los niños.
ZENOBIA: Pasad amores, pero tened cuidado, está que muerde, ¡como siempre! (Zenobia ríe y los deja entrar).
ALUMNA: Dios mío, no sé como lo aguantas.
ZENOBIA: Será terco y gruñón, pero sabe expresar lo que siente en papel.
(Pasan silenciosamente al patio donde Juan Ramón continúa escribiendo. Juan Ramón y los mira con desprecio. A su lado Zenobia nota su mal gesto, y le echa una miradita de asco. Tras esto se levanta y los recibe en el patio)
Juan Ramón: (aparte a Zenobia) Menos mal, parecen niños normales y no burros.
Alumna: Sentimos haberte molestado mientras escribías, ¿puedes enseñarnos tu casa?
Juan Ramón: Por supuesto, siempre y cuando no hagáis mucho ruido.
Alumna: Intentaremos estar lo más atentos y callados posibles.
Zenobia: ¿Ves? Son buenos niños.
Juan Ramón: Eso habrá que verlo. Parecen demasiado calladitos, algo tienen entre manos (resopla y balbucea a modo de queja).
Zenobia: Seguro que será una grata sorpresa.
Alumna: Te hemos estudiado y nos encanta leerte, eres un gran escritor, nos gustaría recitarte el poema que más nos ha gustado este año.
Juan Ramón:(a Zenobia) Una vez más, eres tú la que tiene la razón.
Juan Ramón: ¡Me encantaría oírlo!
Alumna: Sabemos que conquistaste a Zenobia con tesón e infinidad de cartas. Suponemos que también le escribirías poemas, ¿no?
Juan Ramón: Le escribía tantas cosas que a día de hoy estamos casados por lo insistente que soy.
Zenobia: ¿Insistente? Eras cabezón y pesado como no había otro.
Juan Ramón: Estaba enamorado hasta los huesos de ti.
Zenobia: ¡Encima de pesado, cursi! Me escribías una carta cada día, ¡estabas enfermo!
Juan Ramón: Estaba enfermo de amor y tus besos eran la única cura. De hecho te lo voy a demostrar, amor mío. (Juan Ramón busca impaciente el papel en el que está escrito el poema, le coge la mano a Zenobia, se lo recita y por último la besa).

Alumna: ¿Por qué vinieron a esta casa la familia Jiménez?
Alumna: ¿Qué se necesita para escribir poesía?
Zenobia: Yo misma te contestaré, que ya habrás notado lo agradable que es Juan Ramón.
Alumna: ¿Por qué te gustaba tanto estar en el mirador de tu casa?
Juan Ramón: Porque viendo el paisaje, la blanca maravilla de mi pueblo, me inspiraba en mis escritos. Mirar por la azotea y ver la gente abajo, los animales pasando, los niños jugando en la calle, me llenaba de alegría, me inspiraba a escribir.

Alumna: Y tu madre, ¿qué supuso para ti?
Juan Ramón:Mi madre fue la segunda mujer de mi vida. Ella me apoyó desde el principio. Cuando mi padre quería que estudiara derecho accedí a ello, pero luego me dí cuenta de que la pintura me gustaba y gracias a ella cumplí mi sueño. Allí, en Sevilla, encontré mi pasión, lo que me hacía sentir vivo, lo que realmente me llenaba, la poesía. Además, cuando murió mi padre, ella fue la primera que me ayudó a salir de la depresión en la que me había sumergido.
Alumna: ¿Le escribiste algo?
Juan Ramón:Claro que si, ella merecía cientos de escritos. Y aquí tengo uno de ella. Os lo voy a mostrar.

Alumna: Hemos venido a visitar tu pueblo, hemos paseado por tus calles, hemos visitado la casa donde naciste y después donde viviste con Zenobia, ¿qué recuerdos tienes de tu casa natal?
Juan Ramón: Recuerdo que era una casa vieja de grandes salones y verdes patios. En uno de ellos había un pozo. Recuerdo también un establo no muy grande. Donde había entre otros algún que otro Platero.
Alumna: Platero… ¿Tenía algún motivo para escribir un libro sobre él?
Juan Ramón: Por supuesto, Platero y yo se escribió por algo. Platero siempre fue un amigo leal. Es en realidad la imagen de la soledad amiga, de la imaginación y el desahogo, pues él me escuchaba siempre, me entendía y comprendía aunque solo fuese un animalillo.
Alumna: ¿Entonces Platero fue tu compañero de vida?
Juan Ramón: Si, definitivamente él me acompaño toda la vida, no siempre estaba presente físicamente, pero siempre se colaba en mi memoria, y hablar con él me devolvía bonitos recuerdos del pasado.

Juan Ramón: Creo que no tengo nada más que decir, podéis ir en paz jóvenes alumnos.
Alumna:Muchas gracias por habernos enseñado todo sobre ti y haber abierto las puertas de tu casa a estos curiosos alumnos.
Juan Ramón:No molestais si venís aquí para aprender.
Alumna: Muchas gracias.
Juan Ramón: Adiós y buen viaje.

Para terminar os dejamos el enlace a la página del Ayuntamiento de Moguer en la que se cuenta nuestra visita
Eva María Cuadrado, Irene Moreno y Nuria Barbudo – 4ºESO